Mercedes Morán, «me jugué a contar mi vida»
“En mi vida no soy una mujer obediente, por eso me gusta practicarlo como actriz”, asegura Mercedes Morán mientras mordisquea algo dulce sin culpa. “Como fui flaca toda mi vida nunca tuve privaciones. Siempre comí lo que quise, tuve a mis hijas y bajé rápidamente, ahora me tengo que cuidar un poco con el chocolate que es mi perdición”. Confesa golosa, la obediencia de la que Mercedes habla, no es ciega: “Necesito saber por qué, para qué, cuándo, de qué manera, con quién. En ese sentido puedo llegar a ser hinchapelotas porque puedo preguntar todo, pero una vez que tengo todos los datos que necesito me entrego. Me gusta la experiencia de entregarme, de hecho el cine para una actriz más que ningún otro lugar es la experiencia básica de entregarte al director, confiar, confiar en su mirada, dejar de chequear, controlar, dejar de mirarse a sí misma”. Así, compuso su Roxy en “Gasoleros”, el personaje que la hizo popular; o “la Chechu”, recolectora de amantes en “Culpables”, la gran puteadora e inmoral de “Gloria”, la prima y socia de Francella en “El hombre de tu vida”, de Juan José Campanella. Desde hace pocos días compone a Mónica Durán, en la nueva tira del Trece, “Guapas” de Pol-ka. En cine, la lista se agranda. Y mucho. Y culmina con Neruda, la película del director chileno Pablo Larraín, que se estrenará en Agosto. Y donde compone a la argentina Delia Del Carril, la segunda mujer del poeta.

En el filme Neruda como Delia Del Carril
¿Con todos los personajes que hiciste, te podrías definir como una actriz “todo terreno”?
No, no. Mis momentos de seguridad flaquean siempre y siempre soy tomada por la duda. Por si voy a poder hacerlo, si estoy a la altura de las circunstancias. Y me parece que es bastante saludable, está buena esa elasticidad que te permite dudar y no tener la híper seguridad. La archiseguridad no me parece a mí un mérito, me parece que hay que ir y volver, que hay que dudar. Si no hay algo del riesgo que no se lleva a cabo.
¿En pos de un personaje, nunca te importó cambiar radicalmente tu look?
No sólo no me importa, me encanta hacerlo. Sino fuera así no lo haría. Es una excusa para cambiar. Me gusta convertirme en otras mujeres y son los personajes los que me posibilitan eso. Y me gusta construir los personajes de afuera para adentro. Cómo se viste, cómo se para, cómo tiene el pelo, cómo se ríe, hay algo en la imaginación que me empieza a funcionar cuando los construyó así, de afuera para adentro.
¿Y qué tan piadosa sos cuando te ves en la pantalla?
A medida que pasa el tiempo estoy más buena conmigo, más piadosa, pero siempre necesito un tiempo entre lo que hice y ver el resultado, porque es como te pasa con la propia imagen, a todos nos pasa que tenemos una idea y después no es así. Pero no soy de mirar mis películas o mis programas. A veces de casualidad me ha pasado estar en un lugar y que están dando una película mía y me quedo con una sensación rara, es como otra que soy yo. Un día me llamó mi hija y me dice: “Mamá están pasando por Volver una novela que hiciste, tenías otra voz”. Y era cierto, creo que era “Rosa de lejos”, donde hacía la novia rica y mala del hijo de Rosa.
Por lo general no hiciste papeles de mala, sí de antihéroe. ¿Por qué?
-Sí, me gustan, son los que elijo. Todas queremos ser heroínas y princesas, y qué sé yo. Me parece que la empatía con un personaje más equivocado, más oscuro o con debilidades es más profunda, es más secreta, el tipo de complicidad del espectador con ese tipo de antiheroínas es más interesante. Y además hacer esos personajes me parece más divertido.
¿Y en la vida cómo te sentís?
Y en la vida trabajo bastante de heroína, pero trato de correrme de ese lugar porque no hay medalla. No hay nada, viste. Pero, me gusta sentirme útil, necesaria. Trabajo mucho para que me quieran.
En la vida trabajo bastante de heroína, pero trato de correrme de ese lugar porque no hay medalla.
Ese no sé qué
“No sé qué tengo que le gustó a los hombres”, reconoce con sinceridad Mercedes. A los 17 se casó con el padre de sus dos primeras hijas, Mercedes y María, luego estuvo en pareja un poco menos de 30 años con Oscar Martínez, con quien tuvo a Manuela, casi pisando los 40. Desde 2007, está en pareja con el artista plástico uruguayo Fidel Sclavo. «Siempre estuve en pareja. Hay mujeres que les damos más ganas a los hombres. Nunca sufrí por eso», reconoce Mercedes.
¿Nunca sufriste por amor?
¡Sí!, pero nunca sufrí esa cosa de me quiero comprometer y el otro no se compromete. O me quiero casar y el otro no quiere. No, al revés. La verdad no sé qué despierto, pero les gusto.
Te casaste muy joven, a los 17…
Todos pensaban que me casaba embarazada, mi madre fue la primera que pensaba que me casaba por “apuro”. Sí, por apuro de irme de la casa. No era una época como ahora que te podés ir a vivir sola, o con una amiga. Fue una cosa repentina, yo estaba cursando cuarto año y mis padres me iban a llevar dos meses de vacaciones a la costa y yo dije: “No me quiero separar de mi novio”, estaba re enamorada. Y mi padre me dijo: “Acá sola no te vas a quedar, si te quedás, te casás”. Y respondí: “Listo, me caso”. A mi viejo le salió el tiro por la culata, me quiso apretar, y yo tomé el tren. Yo tomo los trenes. No dudo mucho. Así que me casé antes de terminar el secundario.
Contar la vida
Hizo muchos papeles. Los guiones los escribían otros, pero está vez se parará ante el público para hablar de sí misma y con textos propios, en ¡Ay, amor divino!, su espectáculo unipersonal. Claudio Tolcachir la dirige. El diseño de arte está a cargo de su pareja desde hace 10 años, el artista uruguayo Fidel Sclavo. Luego de algunas semanas en Buenos Aires saldrá de gira por todo el interior del país y Montevideo, Lima y Santiago de Chile. El teatro y el cine la tendrán ocupada este año ¿La televisión? Por ahora, la deberá esperar.
¿Cómo nació la idea de este unipersonal de tu autoría?
Estos relatos fueron antes una especie de cuentos orales informales con los que he entretenido reuniones familiares, cumpleaños, grupos de amigos: historias de mi vida, sencillas, quizás contadas a partir de una mirada que yo tengo que tiene que ver con el humor, y que las vuelven entretenidas. Empecé por escribirlos para ponerles un poco de dramaturgia, y cuando lo convoqué a Tolcachir, para que los dirigiera, hice hincapié en se ocupara de elevarlo a la categoría de espectáculo, que no sea una cosa casera, que no sea pobre. Esa era mi duda, y él se encargó de disiparla.

Claudio Tolcachir la dirige en Ay, amor de mi vida!
¿Qué elegiste para contar?
Me jugué a contar mi historia, teniendo plena conciencia de que no tengo nada extraordinario digno de ser contado en términos anecdóticos. No soy una sobreviviente del avión que se cayó, son todos cuentos donde trato de evocar lo que fue mi infancia, lo que fueron mis vínculos primarios, mi padre, mi madre. El pueblo, el dejarlo y venir a la gran ciudad. Mi adolescencia, mi despertar sexual, el comienzo de mi vocación, mi maternidad temprana. Esta parte evocativa del espectáculo se lleva como un ochenta por ciento. Y en la última parte -una especie de epílogo largo o segundo acto muy corto- ya dejo de lado el lenguaje evocativo y empiezo con un estar presente.
Me jugué a contar mi historia, teniendo plena conciencia de que no tengo nada extraordinario digno de ser contado en términos anecdóticos.
¿Cómo vivís la situación actual de la Argentina?
Nunca estuve afiliada a ningún partido político, porque quiero tener la posibilidad y la libertad de apoyar o criticar lo que me parezca, sin ningún tipo de condicionamiento. El hecho que he apoyado de la gestión anterior un montón de cosas, probablemente ha hecho pensar de que yo pertenecía a ese movimiento. Más allá de que sigo agradecida como ciudadana y como actriz de un montón de cosas que se hicieron por los derechos humanos, la ley del actor, el matrimonio igualitario; también he criticado muchas cosas en ese momento, como la política que tenía con la minería. Pero, ahora, uno está como muy azorado, tratando de leer, de interpretar, de ver qué es verdad y qué no, cuánto hay de verdad, cuánto hay de espectacularidad y de novela de un lado y del otro. Es un momento muy difícil, de verdad muy difícil. Pero, sí, yo quiero mantenerme en ese lugar de libertad total.
¿Pagaste costos por eso?
Sí, los he pagado de un lado y del otro, porque no dejo conforme a nadie con esta postura. Pero quedo conforme yo, sintiendo que digo lo que pienso, y que a lo largo de los años, todavía, puedo mantener esa libertad.